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miércoles, noviembre 01, 2017

Adiós a la gran trapecista Pinito del Oro


 Pinito del Oro, María Cristina del Pino Segura, fue una presencia alegre, brillante, luminosa y coloreada en una España triste, opaca, oscura y gris. Un formato anatómicamente breve, pero proporcionado; un rostro bonito y una sonrisa clara en una España ceñuda. Un atuendo sucinto en una España de refajos enlutados y ojos y espíritus censores. Un traje como de baño, de brillos dorados o plateados, que refulgían allá arriba, a 16 metros sobre la pista.
Porque Pinito era, sí, trapecista después de debutar, a los 12 años, como funambulista caminando por el alambre. Inevitable recurrir al lenguaje popular en el que bailar en el alambre, vivir en el alambre o colgar del alambre expresa una situación inestable, incierta. Sustituimos alambre por trapecio y no variará el significado de la frase.
Es difícil no ver a la Pinito funambulista / trapecista como una metáfora de unas gentes y una época que vivían diariamente en el alambre. Y de sí misma, porque no se puede estar más en el alambre habiendo nacido en 1931 en el seno trashumante de un circo regido por un padre y 11 tíos, Los Segura. No cabe mayor precariedad que ser, en ese circo, la menor de siete hermanos supervivientes de los 19 hijos habidos en el matrimonio Segura-Gómez.
Pinito, protegida por una madre que deseaba preservarla, al menos a ella, de una existencia itinerante y azarosa, estaba, sin embargo, destinada al circo. La muerte de su hermana Esther la obligó a reemplazarla y la llevó del alambre al trapecio, donde reinaría. Seguir



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